martes, 12 de mayo de 2015

Carmelo Bastidas

Bodegones flotantes

No haría falta decir que asistir a una muestra de la obra de Carmelo Bastidas produce en muchos de nosotros una inmensa alegría. La calidad de su trabajo plástico justifica, sin que medien palabras, tal regocijo.

Quienes hemos estado por años, cerca de Carmelo sabemos de su perseverante y laborioso oficio, de su silenciosa búsqueda hacia lo que todo artista aspira: su encuentro con el arte.

Los temas o tema único con sus reducidas variantes sigue siendo, como siempre, el ambiente íntimo de su entorno, el pequeño mundo de seres y objetos que encontramos en sus bodegones; aun cuando éstos sean lo más evidente y reconocible en una primera mirada, a mi parecer lo más significante son los tres elementos plásticos que Carmelo ha trabajado con más atención, cuidado e interés: el dibujo, el color y la composición.

Son en estos tres aspectos donde encontramos el verdadero valor de su obra: un excelente dibujo, un delicado y depurado color y una sensible organización de los volúmenes en el espacio.

Ahora, cuando el objeto del arte se ha vuelto insoportablemente mercantilista y por tal razón hay tanta basura en el ámbito del arte, la obra de Carmelo es un buen ejemplo de resistencia a lo banal y pasajero, pues está construida con la sencillez y necesidad profunda de quienes asumen el trabajo artístico como una postura vital y honesta de la vida. Es así que la obra de Carmelo no necesita explicaciones por que sola asume su propia defensa, su lenguaje claro y preciso, de excelente facturasin retóricas logra encontrarse con la finalidad suprema del arte: agradar y hacer sentir en silencio

Franco Contreras

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