miércoles, 13 de mayo de 2015

Yonnys Díaz Leal



Fractales imaginales
En una cultura visual como la nuestra, rebozada de imágenes y objetos de uso desechable y obsolescencia programada, detener la mirada en los mismos sólo está reservado a seres con altísima sensibilidad. En la exposición de Yonnys Díaz que hoy presenta la Galería La Otra Banda, se revela esa mirada sensible a través de cuarenta pinturas de mediano formato, cuyo tema sigue siendo la captura de la compleja fenomenología del objeto cotidiano.
En Fractales imaginales el artista no sólo desarrolla su planteamiento de la nostalgia y el recuerdo a través de los objetos que atesora con la misma pasión con que lo hace con sus divertidas y fabulosas anécdotas de “1675”. El artista nos increpa en torno a las posibilidades de encanto y admiración hacia aquellas cosas en cuyas marcas e impresioneshabitala vida misma. 
El objeto en la obra de Yonnys es el espacio donde reside Yonnys.  En su obra está su mirada, su tacto, su risa, su acento. Es el texto y el pretexto para representarse a sí mismo. Es así como se conoce, como dialoga con sus ideas y cómo nos lleva a reflexionar en lo profundo de la existencia y las ideas fundamentales que nos guían.
A través de un lenguaje pleno de colores saturados, el artista nos muestra el brillo de realidad vivida en ese café compartido; en la silla sobre la que descansó el abrigo; en el gancho de ropa en la que se colgó el aroma de la ropa límpia.
Junto al color, el espacio es otro de los recursos a través del cual Yonnys nos invita a situarnos en el orden universal. Es fácil ver cómo en Fractales imaginales repasa en torno a esos pequeños momentos, esas fracciones aparentemente irregulares y sin sentido que terminan por darle forma a lo que somos, a lo que es.
A través de un discurso curatorial caológico, pero ordenado; complejo pero sencillo, con disposiciones aleatorias y montajes volumétricos que "sacan" la obra de su dimensión planimétrica para inundarnos con su presencia, el artista plantea su principal preocupación: reafirmar el sentido simbólico de la cotidianidad, el orden primordial del acto iteractivo, repetido hasta el infinito, que, con su inmenso poder de transformacióny restitución, ha acompañado desde siempre, a estos incesantes ritos de la vida.

Liuba Alberti 
Mérida, mayo 2015


martes, 12 de mayo de 2015

Carmelo Bastidas

Bodegones flotantes

No haría falta decir que asistir a una muestra de la obra de Carmelo Bastidas produce en muchos de nosotros una inmensa alegría. La calidad de su trabajo plástico justifica, sin que medien palabras, tal regocijo.

Quienes hemos estado por años, cerca de Carmelo sabemos de su perseverante y laborioso oficio, de su silenciosa búsqueda hacia lo que todo artista aspira: su encuentro con el arte.

Los temas o tema único con sus reducidas variantes sigue siendo, como siempre, el ambiente íntimo de su entorno, el pequeño mundo de seres y objetos que encontramos en sus bodegones; aun cuando éstos sean lo más evidente y reconocible en una primera mirada, a mi parecer lo más significante son los tres elementos plásticos que Carmelo ha trabajado con más atención, cuidado e interés: el dibujo, el color y la composición.

Son en estos tres aspectos donde encontramos el verdadero valor de su obra: un excelente dibujo, un delicado y depurado color y una sensible organización de los volúmenes en el espacio.

Ahora, cuando el objeto del arte se ha vuelto insoportablemente mercantilista y por tal razón hay tanta basura en el ámbito del arte, la obra de Carmelo es un buen ejemplo de resistencia a lo banal y pasajero, pues está construida con la sencillez y necesidad profunda de quienes asumen el trabajo artístico como una postura vital y honesta de la vida. Es así que la obra de Carmelo no necesita explicaciones por que sola asume su propia defensa, su lenguaje claro y preciso, de excelente facturasin retóricas logra encontrarse con la finalidad suprema del arte: agradar y hacer sentir en silencio

Franco Contreras

Luis Matheus Varela

    De lo métrico a lo topológico

 La investigación que nos presenta Luis Matheus inquiere la naturaleza de la experiencia plástica y lo que admitimos dentro de ella como certezas cotidianas. El arte debe siempre romper con lo acostumbrado y proporcionarnos otra mirada de eso que llamamos realidad: Arrojar una interpretación de mundo. La búsqueda del lenguaje y de la técnica más natural ha llevado al artista a transitar de la figuración a la abstracción el tema del laberinto mítico con aproximaciones topológicas. Como buen grabador, la exploración expresiva  lo ha llevado a potenciar las posibilidades materiales del color y como dibujante, las propiedades límites de la línea. Sabiendo que la forma artística puede encontrarse  de manera azarosa, espontanea e intuitiva durante el proceso de producción o ejecución de la obra, limita la imagen prefigurada mediante un proceso consciente con la idea de aproximarse con las obras, a la espontaneidad ancestral de la mano al trazar signos. El gesto espontaneo, el método intuitivo sirve como vehículo de sensaciones y pensamientos para superar un mundo alienado y despertar nuevos estados de conciencia estética.

   Como Tapies, el artista agiganta la materia y el color para intensificar la expresión.  La dispersión y el entretejido laberintico de estructuras y gestos de las series “Caminos en el Bosque” y “bifurcaciones”, muestran la implicación intensa con el material, hecho patente en el registro sutil de signos de movimiento y acción sobre la tela. Aferrado a las cualidades  de la pintura materica, trabaja la densidad material y la textura de superficie como una manifestación de un arte de abstracción espontaneo formalmente potente por su tensión visual y su tensión compositiva. La estrategia formal del artista se ha centrado en la exploración y potenciación de la superficie con el trazo y la textura (las propiedades materica y el color) valiéndose de temas cargados de simbolismo: “Caminos en el bosque”, “bifurcaciones”, “metrópoli”., y utilizando los recursos de la abstracción (frontalidad, espacios vacios, campos atmosféricos, etc.), en una permutación que acelera la digestión visual y la construcción de relaciones asociativas.

     El nuevo paisaje de Matheus, es el lugar donde el arte se encuentra de nuevo con las formas que crea espontáneamente la naturaleza, un orden concreto que admite transformaciones topológicas y en el cual la estructura puede interpretarse como textura. En este caso el complejo orden topológico se caracteriza por no someterse a un esquema geométrico, y habitar en la irregularidad, lo áspero, lo crudo y en las identidades aformales, propias del trazo y las texturas (impresiones vitales que deja la mano cuando trabaja en bruto la pintura). Dos órdenes estructurales articulan este bosque virtual: el orden de los trazos, y el orden de las texturas condicionado por la materia y la técnica de ejecución (puntillismo o punto mosaico). El artista ha sustituido los planos superpuestos metálicos de sus anteriores propuestas  volumétricas por la superposición de trazos y texturas característica de Dubuffet o Klee.  Si observamos táctilmente algunas de sus obras, ambos órdenes conviven, dando lugar en ocasiones  a una especie de tejido continúo que parece afectado por las transformaciones topológicas. Lo que podría venir, además de la relación entre los órdenes estructurales del trazo y la textura, sería el orden abierto de la forma, la utilización de patrones y la posibilidad de convertir el fondo vacio en una forma positiva.

J/L y Adrian Preciado.